viernes, 2 de diciembre de 2011

7 Tigres 7



NOTA: para ver éstas y más fotos con mayor calidad, pinchad aquí.


Son apenas las seis y media de una fría mañana de principios de noviembre: el mejor momento del día para probar suerte. Acabamos de traspasar la puerta del Parque Nacional y nos hemos desviado de la pista principal por el primer camino que se interna en las colinas, donde esperamos que haya menos coches.  Afortunadamente, nadie nos sigue y  todo está tranquilo y en silencio en el bosque de sal y bambú.

La suerte no se hace esperar: en el camino hay un rastro muy reciente, de una hembra por lo alargados que son los dedos de estas huellas y que debe haber pasado por aquí hace sólo unos minutos...  Aceleramos, alternando la mirada entre el frente y el suelo para controlar el rastro que sigue tapizando el camino en la dirección que llevamos. ¡Tenemos que intentar alcanzarla antes de que se vuelva a internar en el bosque y se eche a dormir!

Quinientos metros: preparamos las cámaras. Setecientos metros: los chitales* nos ven pasar, impeturbables a todo lo que no sea nuestra persecución. Ochocientos  metros, nos ponemos de pie sobre los asientos del todoterreno, abierto por la parte de atrás. Un kilómetro, superamos un pequeño repecho y al instante el guía y yo, al unísino, satamos: “Tiger!!!!”, mientras nos sentamos de nuevo para procurar que se alarme lo menos posible y paramos el coche.

¡Y ahí está!: a unos cincuenta metros una tigresa adulta se acerca andando pausada y majestuosamente por el camino hacia nosotros (foto de cabecera). Por alguna razón, quizá porque ha percibido la marca olorosa de un congénere, ha dado media vuelta en su paseo y ha desandado unas decenas de metros, dándonos la oportunidad de verla de frente mientras se aproxima. En su propio medio y en libertad, el mayor felino del mundo despliega su inmensa belleza ante nuestros alucinados ojos.

Se acerca hasta a unos veinte metros del coche y abandona el camino para ir a marcar  un árbol en la vera derecha; como todos los gatos, lo hace levantando la cola en vertical y expulsando la orina de espaldas. Aunque aparentemente nos ignora, sus orejas un poco vueltas hacia atrás delatan que no le agrada la interrupción. La impresionante tigresa da por zanjado el encuentro una vez efectuado el marcaje y desaparece en el sotobosque para seguir su camino con más paz.

A pesar de que el avistamiento haya durado apenas un minuto, lo recordaremos como uno de los momentos más emocionantes que hemos tenido la suerte de disfrutar los cuatro biólogos que participamos en este viaje. Con la adrenalina golepando fuertemente en nuestras sienes, celebramos la experiencia de ver en libertad uno de los animales más bellos del mundo.

Hoy hemos tenido el privilegio de disfrutar de este encuentro en solitario, una suerte que pocas veces se da ya que hay una multitud de turistas a bordo de al menos otro centenar de pequeños todoterrenos peinando el parque con el mismo objetivo: ver tigres. Y hay hasta 200 licencias para sendos vehículos en este relativamente pequeño parque de mil kilómetros cuadrados. 


La mayoría de ellos son indios, familias que han aprovechado unas cortas vacaciones para conocer al animal emblemático de su país, junto con unos pocos naturalistas amateurs pertrechados de tremendos teleobjetivos y un puñadito de extranjeros como nosotros. Más adelante, cuando entre de lleno el invierno y aún más tarde, cuando la falta de agua haga concentrarse a los animales en los abrevaderos, llegarán muchos más del extranjero.


En realidad, no es el primer tigre que vimos. Ayer, nuestro primer día completo en el parque, nos apuntamos a la experiencia del “tiger show”. Una buena idea sobre el papel: los guardas del parque salen en elefante al amanecer para intentar localizar un tigre y lo siguen hasta que se echa a descansar. En ese momento avisan a la central del parque y van a recoger a los turistas que se han apuntado previamente para llevarlos a ver el tigre en el elefante. En la práctica, con la gran afluencia de público que hay estos días, el “tiger show” hace honor a su nombre y nos vemos jaleados a subir rápidamente al elefante, que tras medio minuto de camino se planta, junto a otros elefantes cargados de gente, alrededor de un arbusto bajo el que intenta dormitar un tigre macho adulto (foto 1). Cada vez que el tigre baja la cabeza para dormitar, los mahouts –los “conductores” de elefantes- les ordenan a sus monturas que sacudan las hierbas con la trompa para que el tigre vuelva a “posar” para la foto. Al cabo de cinco escasos minutos nos conducen de vuelta al coche para que la romería del tigre pueda continuar. Y se acabó. Una experiencia lamentable para cualquier aficionado a ver animales salvajes en libertad. Lección aprendida.

El encuentro de hoy nos ha quitado el mal sabor de boca del “tiger show”, afortunadamente. A lo largo de los siguientes días tenemos ocasión de ver otros cinco tigres (dos hembras más y tres machos) en el mismo Kanha y en los Parques Nacionales de Bandaugharv y Corbett. 

La misma mañana en que vemos la tigresa, un poco más tarde, encontramos huellas frescas de un gran macho. El guía consigue localizar, gracias a los cuervos que acechan posados en los árboles, el lugar donde el tigre debe estar comiendo a escasos metros de la pista. De nuevo solos, oímos al tigre hacer un ruido parecido a un estornudo y masticar su presa, pero no sale de su escondrijo y nos marchamos a desayunar para darle tiempo. A la vuelta nos encontramos un montón de coches que han localizado al tigre y que incluso lo han visto desplazarse unos metros por la pista. Nos emplazamos en medio del gentío en donde una trocha hecha por animales se junta con el camino. Al cabo de muy poco tiempo, el enorme tigre macho se acerca efectivamente por la trocha (foto 2) y cruza la pista sin inmutarse ante la presencia de decenas de espectadores. 



Tres días más tarde, ya en el Parque Nacional de Bandhavgharv, la suerte nos sonríe de nuevo en forma de un descomunal tigre macho (fotos 3 y 4), por encima de los 200 kg de peso, que nos ofrece un auténtico paseíllo de veinte minutos por delante de nuestro coche. Aquí la vegetación es menos espesa y lo podemos disfrutar largo y tendido, con toda su pachorra de quien no tiene nada que temer. Tiene la barriga tan llena que incluso se tumba unos minutos en un arenal de un pequeño arroyo a retomar aliento. Mientras tanto, se desata el frenesí entre los guías y los conductores, que durante todo el encuentro no paran de competir en un absurdo “tiger-rally” para ocupar las mejores posiciones frente al tigre. Alguno incluso está a punto de volcar al salirse de la pista e incluso nuestro tranquilo conductor estampa la parte trasera del todoterreno contra unas piedras, partiendo la matrícula y el guardagolpes trasero. El tigre sigue su camino sin mirarnos ni una vez siquiera. Y se agradece, porque aquí en Bandavgarh, el pasado mes de mayo dos tigres machos subadultos completamente sanos decidieron variar de dieta matando y devorando a dos paisanos al otro lado de la valle del parque. Ahora están en un parque zoológico. Nosotros mismos hemos oído una tigresa en celo llamando insistentemente desde una finca colindante al parque, a unos pocos cientos de metros de donde vive una familia con niños pequeños.



Al día siguiente vimos otro gran macho, aunque algo menor que el anterior (foto 5). 


Y unos días más tarde, en el Parque Nacional de Corbett, vemos dos tigresas en días consecutivos. La primera es una tigresa subadulta y poco segura de sí misma (foto 6) que cruzó la pista bufándonos continuamente. 


El séptimo y último tigre (fotos 7 y 8) es una tigresa adulta que volvió a despertar la furia por el rally entre los conductores al pasearse durante un buen rato entre la maraña de turistas. Algún coche incluso tiene que recular para dejarle paso.





Increíblemente, en un país de mil doscientos millones de habitantes con la consiguiente presión descomunal sobre los recursos naturales, aún sobrevivien unos mil quinientos tigres, aproximadamente la mitad de los que hay en libertad en el mundo. Pero, a pesar de la buena situación aparente de la que disfrutan en los parques que hemos visitado, el futuro no es muy esperanzador para este animal (veáse http://www.truthabouttigers.com y el documental en  http://www.youtube.com/watch?v=JoGuud-vIaU(1ª parte), http://www.youtube.com/watch?v=jkok39VUlJg (2ª parte) y http://www.youtube.com/watch?v=9CkJhFjsLOE&feature=related (3ª parte)) . La razón fundamental es la demanda de derivados de tigre para la medicina tradicional china, que está provocando que se esquilmen las pocas poblaciones de tigres que quedan. Los furtivos están muy organizados y actúan en todas partes donde hay tigres. Incluso en parques nacionales supuestamente bien protegidos, como el de Sariska, han conseguido acabar con todos los tigres bajo las mismísimas narices de las autoridades medioambientales indias. Para abordar de nuevo el problema, Rusia organizó el año pasado –que fue el año internacional del tigre- una cumbre mundial para su conservación, que se puede consultar en http://www.tigersummit.ru/.

Por último, si queréis leer algunos libros estupendos sobre tigres y la naturaleza de la India en general, os recomiendo encarecidamente que leáis los de Jim Corbett (The man-eaters of Kumaon, Jungle lore, My India, The man-eating leopard of Rudraprayag…), que fue un inglés nacido en la India que cazó numerosos tigres y leopardos devoradores de hombres a principios del siglo XX. Lejos de las obras de otros famosos cazadores, las de Jim Corbett reflejan el profundo conocimiento de la naturaleza que tenía. Cuando no estaba ocupado cazando tigres humanicidas, Corbett se dedicaba a fotografiarlos y a filmarlos para fomentar su conservación. Ojalá  que tengamos tigres en libertad por muchos años.  

*El chital es un tipo de ciervo parecido a un gamo, presa habitual de los tigres. Su nombre científico es Axis axis.   

P.D. Muchas gracias a Ricardo, Pedro y Teresa por todo.