Anochecer en las cercanías de Homeb, desierto del Namib
Últimamente he hecho dos
viajes un poquito largos por Namibia. El primero en solitario, a la parte
central del desierto del Namib, entre Windhoek y la costa. Allí hay varias
zonas básicas de acampada en las que uno puede quedarse previo pago de unas
pequeñas tasas. Las instalaciones son básicas: un lugar para hacer fuego, una
mesa rudimentaria y una letrina. Lo demás es superlativo: acampar en una de las
zonas más solitarias del mundo, rodeado de kilómetros y kilómetros de paisajes
sobrecogedores ocupados sólo por las criaturas del desierto y con Cien años de soledad a mano.
La primera noche la pasé
en Homeb, una zona de acampada en un lugar marcado por la confluencia del
pre-desierto y el desierto puro de dunas de arena, separados por un río seco
(el Kuiseb) que sustenta un gran bosque de galería. En Homeb, sin embargo, hay
un pequeño asentamiento humano de “topnaar” que poseen allí abundantes burros,
vacas, cabras y caballos. Es un buen principio para adentrarse en el Namib, con
sombra abundante, agua y un mínimo de presencia humana. La confluencia de tres
ecosistemas diferentes del Namib en esta zona tiene muchísimo interés
científico y por eso el centro de investigación del Namib (Gobabeb) se
encuentra situado a unos 20 km
al oeste de Homeb a lo largo del mismo río.
Bosque ripario en Homeb
Sin embargo, no me
apetecía mucho ver a nadie, ni siquiera a los burros, y después de pasearme por
las dunas, por el río y por las gargantas rocosas, me fui de allí al día
siguiente en pos de un sitio más solitario. A unos 30 ó 40 km al noreste encontré
precisamente lo que buscaba: la zona de acampada de Mirabib. Consiste en varias
plazas de camping en la base de un gran koppie (un roquedo granítico aislado y
de gran tamaño) y tuve la suerte de tenerlo enterito para mí solo. Desde lo
alto del koppie, a unos 50 m
sobre el suelo, hay una vista panorámica de 40 km en la redonda en los
que no hay absolutamente nada más que pastizales, arena y otros koppies. Ni un
ruido, ni un tendido eléctrico, ni un avión surcando el cielo, ni un coche en
lontananza, absolutamente n-a-d-a.
Amanecer desde lo alto del koppie de Mirabib, desierto del Namib
Sólo me rodeaban antílopes del desierto (los
preciosos oryx del sur de África), cebras de montaña, facóceros y los ubicuos
springboks (un tipo de gacela) en los pastizales que se extienden hasta que la
vista se pierde. En el koppie otros habitantes se dejan ver con más dificultad:
conejos de roca, damanes, ratas-damanes, cernícalos… Y a la mañana siguiente un
único compañero se arrimó al amanecer a mi vera: un zorro de El Cabo pedigüeño al
que otros visitantes han debido malacostumbrar dándole comida, igual que en
tantos otros sitios del mundo.
Picado por la curiosidad
de conocer sitios nuevos, me marché de nuevo a buscar otro campamento. Yendo
hacia el norte los pastizales cobran brío y la fauna es más abundante: muchos
oryx, cebras, avestruces y springboks se congregan en torno a Ganab, una zona
de acampada establecida bajo la sombra de una línea de acacias batida por el
viento. En las cercanías ví la primera suricata desde que vivo aquí, no sé qué
manía me han cogido estos animales…
Suricata
Ganab es un sitio menos aislado, está a
unos 3 km
de una pista principal entre Windhoek y la costa por la que pasa algún coche de
vez en cuando. Aún así, tuve de nuevo el campamento para mí solo, y me solacé
largamente con la presencia de montones de animales, incluyendo uno bastante
difícil de ver: un proteles o aardwolf, que es una pequeña hiena rayada que se
alimenta de termitas y que aquí parece bastante desinhibida, pues se paseó por
delante de mis narices al anochecer sin parecer importarle mucho mi presencia.
Aunque no hay leones en
esta zona del Namib, sí que hay hienas manchadas que son potencialmente
peligrosas. Por eso conviene –y siempre
que no se sepa que hay en los alrededores- dormir en una tienda de
campaña cerrada. Dicho esto, en las tres noches no oí hienas ni por asomo y no
encontré ningún indicio de que se hubieran acercado a mi tienda en busca de
restos de comida, como pasa en otros sitios en África. Otra razón para no
dormir al raso, por muy bonito que sea, es la abundancia de serpientes
venenosas y de escorpiones, que aunque son animales pacíficos pero que pueden
darte un susto.
1 comentario:
Ay madre, no sé cuál me ha dado más miedo, si el último post o este... Ja, ja.
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