Este título es un dicho (como marear la perdiz, más o menos, en
español) y una canción de AC/DC, que me viene al pelo para describir mi última
visita al Kruger. Esta vez me fui solo, de lunes a miércoles, con la idea de
encontrar licaones y verlos con más calma.
La idea era buena, me parece a mí, pero como me dijo un guía
al que le pregunté, buscar licaones es buscar “golden dust”; o sea, que es muy
difícil. Bueno, pregunté mucho por ahí, ví lo que la gente va poniendo en una
página de facebook sobre avistamientos (ya estoy oyendo los abucheos…) en el
Kruger y conduje muuuuchas horas (ahora abren a las 4:30 y cierran a las 18:30,
lo que da para hacer más de 12 horas de campo al día descontando descansitos). Tenía
localizadas dos zonas donde se estaban moviendo sendas manadas en los últimos
días:
La primera –una de 30 licaones- se me escapó por los pelos:
me crucé con unos señores que los habían visto 15 minutos antes a 3 km en la
misma pista por donde circulábamos. Habían desaparecido en el bosque. Como
consuelo (qué sufrimiento), este precioso guepardo nos deleitó la conversación
durante un ratillo:
Marcando un árbol con orina |
¿Por cuánto tiempo todavía será fácil disfrutar de algo así? A este paso, no mucho... |
Y los leones:
Por cierto, que la primera noche ví una manada de leones (sólo hembras a la vista) que hicieron un intento de cazar impalas. Lástima que una de ellas fue demasiado impaciente y le estropeó la celada a otra que estaba mejor posicionada para cazar. La impaciente salió demasiado pronto corriendo a campo abierto:
Impacientilla, ella. |
También me topé con un elefante macho con muy malas pulgas. A
pesar de que, como siempre, esperé a que hubiera una distancia muy prudencial
entre nosotros para poder pasar, el muy desconsiderado me atacó con mucha
decisión sin perder un segundo. No pasó nada porque pude acelerar sin
problemas, pero me dio un subidón de adrenalina muy majo. Por supuesto, no
tengo fotos de ello…
Después de invertir muchas horas en buscar la manada grande,
decidí probar suerte con otra que se estaba viendo con más frecuencia en las
últimas semanas en otra zona (Berg-en-Dal). Allí pronto averigüé que sí, que la
habían visto el día anterior en la puerta del campamento prácticamente. La
mañana siguiente la pasé peinando todas las pistas y carreteras de la zona
meticulosamente. Cuando me dirigía a Berg-en-Dal de nuevo a media mañana para
ver si había más noticias, ví un bicho cabezón que venía trotando por la
carretera hacia mí: los había encontrado. Eran las 9:15 y –como supe después-
la manada llevaba desde las 7 parada a 200 metros de la puerta del campamento
(donde yo había pasado la noche). Estuve disfrutando durante dos o tres horas
más y cuando el calor y el cansancio se hizo demasiado me retiré a la sombra a
descansar.
Eran ocho adultos y cinco cachorros medianos. Un ranger que
pasó por allí nos comentó que un león había atacado al macho alfa –creo que esa
misma noche- y éste tenía toda la piel del cuello levantada, formando un feo
colgajo más debajo de la herida y mostrando un collar de carne viva. Renqueaba
un poco pero ahí estaba aguantando el tipo, la mala bestia.
Los licaones se pasaron este tiempo yendo y viniendo de un
pequeño barrizal a 300 metros carretera abajo, dándome la oportunidad de verlos
en movimiento también. Ignoraban absolutamente a la gente, salvo cuando algún
coche se acercaba demasiado (o sea, a menos de dos metros) o cuando pasaba
alguna furgoneta con gente en la parte trasera al descubierto, lo que les
asustaba.
Una suerte tremenda poder disfrutar de este espectáculo. Eso
sí, la próxima vez que vayan a exhibirse a horas de dominguero que me avisen,
que me ahorraré sueño y esfuerzos. O no, que para el siguiente encuentro a ver
si os puedo ofrecer fotos de una cacería. Que os gusten las fotos:
Asustados por un coche |
El macho alfa y su cuello rebanado |
Cachorro |
Pasando por aquí... |
38ºC |