Como nos hemos tenido que quedar en Namibia estas navidades
–por un motivo alegre, sin embargo: nos mudamos a Mozambique en breve- hemos
decidido pasar el fin de año en un sitio especialmente bonito. Dolomite Camp,
el último de los campamentos de Etosha, abierto en 2011, está en el mismo
parque nacional con el que he estado dando la matraca los últimos dos años. Lo
que tiene de especial es que está en la parte occidental del parque que hasta
esa fecha sólo estaba abierta a los operadores turísticos. Ahora se puede ir
libremente al Dolomite Camp si se tiene reserva para dormir allí.
Dolomite Camp visto desde abajo |
Es un campamento de lujo, no hay camping y más bien es un
lodge, distribuido en cabañas que ocupan la crestería de una pequeña colina. No
está vallado y para moverse de noche o llevar el equipaje hay que utilizar un
carrito de golf 4x4. La recepcionista, en un momento de debilidad, confiesa que
ha perdido la cuenta de las veces que ha visto leones en el campamento. Hay una
buena distancia entre algunas de las cabañas y las zonas de comedor y otros
pijeríos, por lo que de noche no se puede ir a pie tampoco. Esto es un poco
incómodo, pero queda ampliamente compensado por otras cosas.
Parece que a Silvia le empieza a compensar... a pesar del paraguas |
Junto al lodge, en la planicie circundante, hay una charca
de agua artificial frecuentada por todo tipo de animales. Todavía no han
construido un punto de observación en el campamento y la charca no es bien
visible desde casi ningún punto, pero hay planes para ello y para iluminarla
por la noche. Aún así, todas las cabañas tienen terrazas con vistas al llano,
cubierto de acacias y colinas por donde transitan muchos animales, incluso
algunos elefantes y jirafas. De hecho, ¡no hace falta levantarse de la cama
para ver el panorama!
Nuestra casita de fin de año... ¡un sufrimiento constante! |
La charca del Dolomite, con algunos de sus visitantes |
La colina es bastante pequeña y no da la sensación de que
los animales deban tener mucha curiosidad por subir hasta las casas. Entre
ellas, por los roquedos, abunda también la fauna chica. Hay una gran colonia de
damanes, junto a nuestra terraza exactamente, agamas de vivos colores, y damanes
que se preguntan a su tierna edad qué serán esas sabandijas de colores tan
chillones (foto de encabezamiento).
Damanes de roca asoleándose después de la lluvia |
En el alero de nuestra cabaña vive un roquero, un pájaro solitario y de plumaje muy elegante, que se pasa el día en las rocas como su nombre indica. En los árboles y arbustos circundantes, hay muchos bulbules y suimangas (el equivalente africano del colibrí), escribanos y también tejedores, los “homólogos” africanos de los gorriones. En el llano pasan a lo largo del día springboks, heartebeests, ñúes, cebras (de dos especies: de llanura y de montaña), avestruces, facóceros, chacales, zorros orejudos, jirafas, elefantes e incluso un rinoceronte negro bastante asustadizo que corre de un lado a otro.
No es la que corría, y por muco que corra siempre se va a saber dónde está (lleva un emisor en la pata) |
En esta parte de Etosha, muchos animales están menos
acostumbrados a los coches y se dejan ver con menos facilidad. En la charca del
hotel están un poco más tranquilos por pura hábito de ver humanos. La mayoría
de las charcas son artificiales y están emplazadas en rincones un tanto
insulso, pero con eso y con todo se ven bastantes. En Namibia el listón está
muy alto, pero hay que tomar distancia y apreciar la enorme variedad de
animales que se pueden ver en este parque (e incluso desde la carretera general
a Windhoek en cualquier finca: sables, facóceros, heartebeest, elands, kudúes,
springboks, jirafas, babuinos, steenboks, chacales, etc.).
De todas formas, si uno no lo ve todo en la parte oeste,
siempre queda la parte este para compensar. Así, desde Okaukuejo, no nos llevó
más de 20 minutos encontrar este leonazo haciendo frente a un aguacero:
Que llueva, que llueva... que no me despeino |
O estas leonas, parte de una manada con al menos siete hembras
que viven a 2 km de la puerta principal de Etosha (Andersson):
Leonas de Ombika |
Y a la vuelta de Dolomite, como teníamos mono, tampoco nos
llevó mucho tiempo toparnos con este grupo de leonas durmiendo la siesta casi
en pleno camino, bajo el único árbol grande que hay en varios kilómetros a la
redonda. Como siempre, ignoraban absolutamente a los coches, excepto cuando tuvimos
que pasar a metro y medio de ellas, cuando pusieron un poco de cara de miedo.
Ahí se las den todas |
Así, en total, Etosha nos regaló exactamente 13 leones para
celebrar el 2013 con buen pie (en mi decimocuarta visita, por cierto).