Así que hemos hecho un viajecito a los alrededores del Delta del Siné-Saloum, esquivando los camiones, furgonetas y coches cargados de corderos en el maletero (foto 1). Como era poco probable que pudiéramos hacer excursiones en piragua por los manglares en fechas tan señaladas, nos hemos quedado en las puertas del delta, pero aún allí, sin entrar en la parte más salvaje, hay un montón de cosas que ver y un paisaje alucinante.
A medida que nos acercamos al delta, vamos abandonando la sabana relativamente densa para adentrarnos en inmensas planicies arenosas salpicadas de charconas salobres y corpulentos baobabs (fotos 2 y 3). Este es uno de los lugares importantes para muchas de las aves acuáticas migratorias que están llegando aquí desde Europa en estas fechas, y junto con las especies residentes, se juntan miríadas de limícolas (las aves que se alimentan en el barro), gaviotas (foto 4), charranes, flamencos, pelícanos, garzas, cormoranes y águilas pescadoras. En el caso de esta última especie, tuvimos la suerte de ver una anillada y de poder leer las letras escritas en la anilla, así que en breve esperamos poder contaros de dónde ha salido esta viajera en particular. La mayoría de las águilas de esta especie que vemos por aquí crían en Europa septentrional y central y todos los años viajan a África para pasar el invierno europeo. Las españolas –bastante escasas-, por el contrario, se quedan en nuestro país todo el año.
No sólo de aves vive el amante de la naturaleza, así que nos pusimos a comprobar la veracidad de las historias de hienas (hiena manchada, la grandota de los documentales) que pululan por el delta (…y por muchas otras regiones de Senegal). Y no hizo falta ir muy lejos, a 1 km escaso del alojamiento más lujoso de la zona (El Lodge des Collines de Niassan, en Palmarin ), encontramos un buen surtido de huellas mientras comíamos el bocata. Silvia se echó una buena siesta ahí mismo… antes de saber qué compañía se oculta en los islotes de estos saladares. En Senegal son animales estrictamente nocturnos y no conviene dormir al raso en el campo porque no hacen remilgos a nada. La próxima vez nos alojaremos más cerca de las hienas y les dedicaremos un paseo nocturno (¡en coche!) para ver si las encontramos.
Menos inquietantes, pero igualmente espectaculares, son los chacales. En África los hay en todas partes menos en las selvas más espesas, desde la playa hasta la cima de las montañas, y desde Ceuta hasta el cabo de Buena Esperanza. Volviendo de Palmarin, nos topamos con una pareja de chacales dorados (Canis aureus) campeando en el límite entre el “monte” y la planicie (un sitio parecido a la raya de Doñana). La hembra, coja de una mano, tuvo la gentileza de posar para la foto (foto 5), pero el macho, bastante más grande y auténticamente dorado, no era tan curioso y no quiso figurar en el blog. Otra vez será.